Taller de estructuras metálicas

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El descubrimiento de los metales.

La historia de los metales en las manos del hombre está llena de dolor y frustración, pero también de alegría y triunfos. Es una historia de hombres extraños y creativos que, a través de miles de años, se enfrentaron duramente con materiales tan misteriosos que su oficio fue observado con temor supersticioso. Pero finalmente, al cabo de unos diez mil años estos hombres fueron capaces de conquistar el metal fundido, y con ello abrieron el camino del mundo moderno.

Sin embargo, hubo una época en la que el hombre lo ignoraba todo sobre el metal. Actualmente sabemos que el calor intenso transforma la malaquita en cobre y que la hematites es uno de los principales minerales del hierro; pero durante la edad de piedra, el hombre explotó estos materiales solo con fines decorativos. En el próximo oriente, donde nació la metalurgia hace más de diez mil años, el hombre de la edad de piedra estaba muy próximo a establecer las primeras civilizaciones urbanas. Alrededor del Creciente Fértil, en las colinas del Mediterráneo oriental y del valle de Mesopotamia, había empezado a vivr sedentariamente y a establecer las primeras comunidades agrícolas. Usaba útiles de piedra, de hueso y de madera extremadamente eficaces que servían para lo que estaban hechos. Incluso el cuchillo de acero más finamente afilado, por ejemplo, no es más agudo que un cuchillo de obsidiana, una roca dura de origen volcánico.

En consecuencia, los metales entraron en la vida humana por la puerta de atrás. Solo después de muchos siglos se hizo patente su utilidad potencial, gracias a un proceso evolutivo análogo al propio desarrollo del hombre.

Nadie sabe con seguridad el lugar en que los primeros metalistas empezaron su actividad, generalmente el metal fue, en un principio trabajado en frío por martillado, con la ayuda de un martillo de piedra sobre un yunque también de piedra. Pasaron miles de años antes de que el fuego fuera asociado con el reblandecimiento y modelación de los metales. Los metales pronto llegaron a ser intrigantes y tan valiosos que se convirtieron en artículos de cambio y viajaron ampliamente.

Algunos de los metalistas de la antigüedad no disponían de mineral en las inmediaciones, por lo que la materia prima tenía que ser importada. Sumer, civilización que floreció entre el 3500 antes de nuestra era en la amplia llanura que separa los ríos Tigris y Eufrates, trajo sus metales de las tierras altas que rodean la llanura: los montes Zagros al este, las montañas del Tauro al norte, quizás incluso desde el macizo de Elburz que bordea las costas meridionales del mar Caspio. Egipto, por su parte, aunque disponía de ricos depósitos de oro, tenía que importar el cobre y la plata.

Tampoco se sabe con certeza en que región se explotó por primera vez el metal, ni que metal fue. Algunos arqueólogos creen que fue el cobre debido a su abundancia, otros suponen que fue el oro a causa de la atracción que ejerce. Quizás más que ningún otro metal, el oro ha sido refundido una y otra vez a través de los siglos. Virtualmente indestructible, el oro sobrevive a través de los siglos a incontables transformaciones, de hecho, no es descabellado imaginar que el oro utilizado en la empastadura de un diente moderno haya formado parte, alguna vez, de una peineta que adornaba el cabello de una princesa egipcia.

Tanto si fue el oro o el cobre el primer metal utilizado por el hombre, no cabe duda de que el eterno brillo del oro lo hizo el más deseable para fines ornamentales. Los egipcios lo valoraron ya que lo consideraban como el "cuerpo de los dioses" y no escatimaron esfuerzos para obtenerlo. Una de sus principales fuentes fue Nubia, la "tierra del oro", una región desolada y montañosa, en esta región, que ha sido llamada la "Siberia de Egipto", criminales y prisioneros trabajaron en más de cien minas encadenados unos a otros y siempre bajo la vigilancia de los soldados, bajo esta terrible esclavitud, realizaron gran variedad de tareas, entre ellas la extracción y purificación del oro.

El codiciado metal se encuentra en filones de cuarzo. Hay que excavar profundos pozos en las montañas, hay que calentar el cuarzo para hacerlo suficientemente frágil y extraerlo trabajando a la luz de pequeñas lámparas, los hombres rompían la piedra de las paredes de la mina, y los niños transportaban los trozos a los trabajadores del exterior. Una vez reducido mediante morteros de piedra, a bolitas del tamaño de lentejas, el cuarzo aurífero era pulverizado por ancianos y mujeres con primitivos molinos de piedra, llamados "molinos de mano". El polvo era luego lavado en tablas de madera inclinadas; el agua se llevaba las partículas de cuarzo, dejando tras ella las de oro, más pesadas.

En una segunda etapa de la operación nubia, el oro pulverizado era fundido y purificado calentándolo durante cinco días sucesivos en recipientes de arcilla, junto con otras sustancias necesarias para el proceso. Al final, los vasos eran llenados con oro puro, del cual se había extraido la mayoría de los restos de otros metales, incluida la plata. El oro fundido era luego modelado en aros de unos 12.5 cms de diámetro y transportado a Egipto a lomos de burros, a menudo bajo peligrosas condiciones. Los ladrones, familiarizados con las rutas, robaban las caravanas; se sabe de un cargamento que tuvo que ser escoltado por un pelotón de cuatrocientos soldados.

En el mundo antiguo el oro mantuvo una función puramente decorativa. Por el contrario, el cobre fue aplicado a fines más prácticos. Esta es la razón de que los arqueólogos hayan identificado la primera edad de los metales, que comienza hacia el 6000 antes de nuestra era, como edad del cobre. Esta denominación es cómoda, pero tiene sus limitaciones, lo mismo que ocurre con los términos de edad de piedra, edad de bronce, edad del hierro. Estas expresiones parecen dividir la historia en períodos cronológicos puros, cada uno identificado por el material predominante utilizado para la fabricación de útiles. Sin embargo, en realidad, los artífices del metal no cambiaron de un material a otro de una forma tan ordenada. En un lugar y en una época determinados la gente podía estar trabajando todavía con útiles de piedra, mientras que, el material generalizado podía ser el bronce. China, por ejemplo, nunca tuvo lo que podría ser la llamada edad del cobre, sino que pasó casi directamente de la piedra al bronce. Lo mismo en la Gran Bretaña. En Japón, el bronce y el hierro aparecieron casi simultáneamente, y algunos expertos creen que en aquella región el hierro pudo incluso haber sido anterior al bronce. En el nuevo mundo, sin embargo, el material dominante en la fabricación de útiles continuo siendo la piedra hasta la llegada de los españoles en el siglo XVI, aunque los pueblos nativos de México y América central y meridional no solo estaban familiarizados con el metal, sino que en realidad eran excelentes orfebres.

Actualmente, muchos arqueólogos se han convencido que los grandes hitos en el progreso humano, acontecimientos como el cultivo del cereal y el nacimiento de la escritura, tuvieron lugar en diferentes épocas y en lugares muy alejados. Al principio, los expertos creían lo contrario, suponiendo que los descubrimientos que abrieron nuevos horizontes ocurrieron en un lugar determinado y se extendieron a otras regiones.

Sea como sea, en el caso de la metalurgia parece que, a causa de la compleja tecnología requerida, el desarrollo de este oficio se difundió desde la cuna de la civilización por todo el mundo antiguo. El conocimiento de la metalurgia adquirido por los pueblos del próximo oriente no solo se extendió hacia occidente, al continente europeo y desde allí a las islas británicas, sino también hacia el este, hasta el subcontinente indio, y quizás, por alguna ruta desconocida, hacia China y el sudeste de Asia. Sea cual fuere el modo de expansión del metal, su difusión se vio favorecida por el creciente conocimiento del fuego por parte del hombre, ya que descubrieron que el calor producido por la leña en un lugar cerrado era ideal para la fundición y con ello la extracción de los metales, a partir de sus gangas. La fundición, a su vez permitió extraer mayores cantidades de cobre. Hacia el 4000 antes de nuestra era, mediante una tosca forma de fundición, los metalistas extraían plata y plomo de sus minerales; hacia el 3000 antes de nuestra era, los minerales de estaño fueron también fundidos, permitiendo la elaboración del bronce, una aleación o combinación, de estaño y cobre; y hacia el 2700 antes de nuestra era, los herreros habían logrado temperaturas suficientemente elevadas como para fundir el hierro.

Además de fundir metales a partir de minerales, aprendieron a licuarlos, con lo que fue posible verterlos en moldes e incrementar la producción de artículos de metal especialemente útiles.

La necesidad de metales lanzó al hombre a la búsqueda de minerales, lo que a su vez incrementó el intercambio de mercancías e ideas entre gentes muy alejadas. Además los metales incrementaron los contactos internacionales con otro factor: el propio trabajador del metal. Esto fue porque las habilidades requeridas para realizar este trabajo hacían del artífice un especialista que no estaba restringido a una sola comunidad, sino que desempeñaba su trabajo en cualquier lugar en donde pudiera obtener provecho. Durante años el saber de estos especialistas se transmitió de generación en generación por la vía oral hasta el Renacimiento, cuando la totalidad de su saber fue suficiente para llenar un libro.

El primer volumen impreso sobre metalurgia, Pirotecnia, fue escrito por un sienés llamado Vannoccio Bringuccio y publicado en 1540. Bringuccio fue obrero de fundición y llegó a ser arquitecto y senador. En su libro describía todos los minerales y donde podían ser encontrados, explicó también las técnicas de fundición, aleación y moldeado al detalle, además de describir emocionadamente la vida de un herrero.